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lunes, 7 de abril de 2014

GAME OF THRONES Y LA PROYECCIÓN PERSONAL; PREGUNTAS NO TAN NECESARIAS






Pocas series televisivas han conmovido más a mi generación como lo ha hecho Game of Thrones (GOT). La imbricada historia sobre la sucesión del Trono de Hierro ha provocado el asombro de una generación que se debate entre el quietismo más idiosincrático y la esperanza de trascender a una clase media bucólica, superficial y aspirante a los valores mercantilistas de éxito y subjetividad individualista.

GOT asombra porque nos muestra los valores que nosotros aspiramos. Ya Gramsci advertía sobre cómo la intelectualidad desprecia todo ese "arte popular" que asombra a las grandes masas populares, especialmente porque lo ven con una extrañeza casi elitista. Pero el mismo encarcelado por la dictadura de Mussolini ya recomendaba a todos poner atención sobre las expresiones culturales masivas, especialmente en su elección por A o B temática ¿Por qué? Hay un razón detrás de la elección de cierto tipo de literatura o música, o cualquier expresión. Retomando la capacidad de decisión de los grupos sociales (y no sólo visto como una imposición vertical sobre los "consumidores"), Gramsci nos comenta que esas decisiones son dadas porque en esas expresiones artísticas están inmersas ciertos valores que la sociedad, que se apropia de los mismos, encuentra la exteriorización del sujeto en relación al sino demarcado. Si bien mucha literatura, por ejemplo, se especializa en utilizar esos valores para hacerse más apetecibles para el mundo, no es posible desestimar esas "exteriorizaciones", debido a que es imposible para los marxistas (así como para otras posturas) ignorar las sensaciones de las mayorías. 

La serie, basada en los libros de George Martin, se ha caracterizado por las potencialmente complejas relaciones entre los personajes, la disputa político/militar, el medievalismo cotidiano, la amenaza exterior de un enemigo, y los impresionantes giros narrativos de la historia. La impredictibilidad de los sucesos hacen de la serie casi una necesidad adictiva. Los capítulos, que duran un poco menos de una hora, no sólo han masificado la lectura de los libros (que sí peca de un esnobismo galopante -algo similar a los libros del joven mago Potter-), sino que además nos han vuelto hacia nuestra necesidad de finales poderosos y contundentes. De esos que hacen que nos quedemos, tras finalizado el episodio, en un total silencio y con la expectativa a flor de piel. 

Es, si este breve borrador lo permite, imperioso empezar a pensar en cuáles son aquellos elementos que nos emocionan de GOT, que nos identifican. Y no únicamente como un ejercicio de quienes son fanáticos de la serie, sino como algo importante que se debe hacer para entender cuáles son los valores éticos y morales que se nos muestra, y que nosotros aprehendemos (imperativo no necesaria y únicamente con esta serie, sino con cualquier expresión cultural masiva de la que se apropia la sociedad). En ese sentido también cabría preguntarse qué clase o grupos sociales son los que se apropian de un discurso ahí expresado, y que los apasiona; por ejemplo, me atrevería a sostener que es básicamente la juventud de la clase media y la burguesía la que hacen de GOT  una infaltable parte de su vida, y que de alguna forma es así por la falta de vértigo en su vida, la inexistencia de caminos preclaros, o del cariño por la mezcla de la nobleza y el cinismo pragmático. 

Un buen amigo me recordaba la potencia que tienen algunas de las frases escritas. Por ejemplo, cuando el Comandante de la Guardia Nocturna le pregunta a Jon Snow: "¿Quieres comandar algún día?...Pues aprende a seguir"; esto muestra nuestro aprecio por cierta jerarquización benévola. O quizás cuando el moralismo nos juega malas pasadas, como cuando no se comprende de buena manera el determinismo casi suicida de Daenerys Targaryen por conquistar su "legado", combinado a su bondad casi "cristiana"  para con sus subalternos. No estaría de más ver cómo no nos extrañamos con la existencia de una familia  feudal -los Lannister-  que al mismo tiempo tiene como forma de vida la reproducción del capital, y su necesidad de expansión constante para mantener esa lógica, o modo de producción. Esto último no sólo demuestra cómo la clase media, según mi interpretación, ha eternizado y endiosado al dinero como forma de vida (es decir, la forma de producción más poderosa es la conquista del dinero, y además ha sido una constante que se da en todos los tipos de sociedad -algo que no es cierto, históricamente hablando-), sino que también asume como algo completamente normal la confusión y alienación entre el valor de uso, que era lo más importante en el feudalismo, y el valor de cambio, en el que se asienta la sociedad mercantilista. Es decir, está casi cimentado el aprecio que la clase media da al valor del dinero, al valor de la representación de un valor. Esto es importante destacar, porque entre mis allegados, que mayoritariamente ven la serie de televisión, nunca he escuchado este "error" lógico. Sí, bien podría decirse que es una sociedad que se encuentra en transferencia de un modo productivo a otro, una suerte de siglo XVI sin pólvora...pero lo cierto es que hay una precepción mayoritaria de que es una sociedad claramente feudal en la que el dinero manda. Obvio, los más incómodos con este análisis dirán "no puedes aplicar un análisis histórico a un mundo fantasiado". Pero el análisis gramsciano no se preocupa demasiado por la vanidad de lo que se quiere decir, sino del por qué se dice, se piensa y se apropia ciertas variantes.

Este breve análisis, que rompe con muchos meses de silencio de este blog, invita a pensar atentamente por qué vemos ciertas cosas, por qué nos gusta tanto, quienes somos los     que vemos A o B, y por qué. Sí, preguntas que parecen hasta leguleyas, pero que, no obstante, no nos las hacemos.
GOT estrenará prontamente su cuarta temporada y, en vista del interés que ha sucitado, es importante empezar ya no sólo a disfrutar del vértigo de una serie fabulosa, sino también hay que reflexionar  por qué lo hacemos. Qué encontramos en ella que nos atrapa. Porque son nuestras proyecciones personales y de clase las que nos atrapan, al fin de cuentas.

 (Avance de la 4ta temporada)